Tres son los lugares que marcaron la vida del célebre pintor Joan Miró: Barcelona, su ciudad natal, Mont-Roig sus paisajes y Mallorca su refugio. La importancia de Mont-Roig del Camp en la vida y obra de Miró es más que evidente, así lo retratan sus pinturas.
Esta pequeña localidad de la comarca del Baix Camp es la que plasma en muchos de sus lienzos, pero esos paisajes no son solo visuales, sino que son paisajes emocionales ya que se convirtieron es su inspiración y en su fuerza creadora. Joan pasaba los veranos en la casa de campo, denominada masía, que poseía su familia en este municipio. También fue su retiro espiritual durante una enfermedad. El artista tenía un fuerte vínculo con este lugar, con los paisajes, con la naturaleza y con todo aquello que sentía en su alma y mente creadora. No pudo ignorar toda esa belleza y fue precisamente en la masía dónde sacó el valor suficiente para ir contra los deseos de su padre y dedicarse por completo a la pintura. El mundo del campo y su forma de trabajar se convirtieron en pilares fundamentales de su investigación y técnicas de trabajo.
En la masía fue dónde creó buena parte de su primera producción pictórica y con la que consiguió el reconocimiento necesario para convertirse en uno de los artistas más influyentes del siglo XX. Algunas de las obras de esta etapa son “Paisaje de Mont-Roig” (1914), es una de sus primeras pinturas, pinceladas de las puntiaguadas montañas de esta población, “Mont-Roig, la iglesia y el pueblo” (1919) la mirada de Miró de su querido pueblo o “Playa de Mont-Roig”, dónde el artista plasma la playa La Pixerota, a la que solía ir a nadar a diario y la que le inspiró a crear uno de los símbolos más representativos de su obra: las estrellas.
Si queréis conocer la masía, el lugar especial que inspiró a este genio de la pintura, no dejéis de visitar el Mas Miró y descubriréis las raíces de su vida y obra.
”Toda mi obra es concebida en Mont-Roig” – Joan Miró
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